La movilización organizada por Sevilla para Vivir, a la que se sumaron más de 60 entidades y 5000 personas, reclama un espacio de vida y cordialidad que haga posible la convivencia en los barrios sevillanos.
El pasado 9 de noviembre, más de 5000 personas se congregaron al grito de “Ser casero no es una profesión” para defender el derecho recogido en el artículo 47 de la Constitución española: el disfrute de una vivienda digna y adecuada. Durante la jornada organizada por Sevilla para Vivir, se apeló a la Administración Pública y a la solidaridad de la sociedad, al mismo tiempo que se protestó contra la especulación y la gentrificación de las ciudades.
La concentración, de tono pacífico pero reivindicativo, estaba programada para las doce del día, a las puertas del Palacio de San Telmo. Con un retraso de 15 minutos, las distintas plataformas, organizaciones y formaciones comenzaron su ruta. En ese momento, se avivaron los cánticos y los respectivos portavoces empezaron a marchar con megáfono y panfletos en mano.
Atravesando la Puerta de Jerez, al grito de “¡Ni casas sin gente, ni gente sin casa!”, los manifestantes avanzaban a un ritmo pausado y, en ocasiones, festivo. A esa altura, los transeúntes del centro histórico eran interpelados, y algunos de ellos se sintieron atraídos a unirse a la marcha. Mientras tanto, las múltiples pancartas exhibían mensajes como “La vivienda es MI derecho, NO tu negocio” o “¡A ti que estás mirando, también te están robando!”.
Con rezagados todavía en San Telmo, dada la longitud de la movilización, en la Avenida de la Constitución las voces de lucha antirrentista se mezclaban con los flashes de los turistas, el murmullo de los asistentes a la beatificación del padre Torres Padilla y la sorpresa de los invitados a la boda que se celebraba en la parroquia del Sagrario. Los negocios y, en especial, los veladores de la zona fueron testigos de la indignación que expresaban los manifestantes.
La concentración se estrechó al llegar a Tetuán, abarcando gran parte de la calle comercial y dificultando el paso de los diferentes compradores. No solo las empresas de la vía sevillana fueron interpeladas, ya que muchas pancartas incluían mensajes como “Menos Airbnb, más corral de vecinos” o “Las casas son para vivir, no para hacer Airbnb”, en referencia a la plataforma de alquiler de viviendas turísticas. También había algunos carteles contra la plataforma Booking, con frases como “Fucking Booking.com”.
Conforme avanzaba el recorrido, más notables se hicieron los cánticos que criticaban a la Administración Pública, como “PSOE, Sumar, estáis en nuestra lista” o “Gobierno progresista, cómplice de los rentistas”, incluso con la presencia de Podemos en la retaguardia de la manifestación. Entre ellos se encontraba Francisco Sierra, miembro del Congreso de los Diputados de España y exprofesor de la Universidad de Sevilla. También entre los últimos se encontraban los militantes de Adelante Andalucía, que coreaban gritos apelando al regionalismo y abogaban por una “Andalucía para los andaluces”. El tono de las reivindicaciones cambió y se intensificó al llegar a la sede de Vox en Laraña, que se convirtió en el objetivo directo de los asistentes.
Los cánticos se intercalaban con momentos de silencio, en los que el ruido de las llaves de los manifestantes sobresalía por encima del bullicio del casco histórico. Este acto de rebelión fue especialmente notable al llegar a la Plaza de la Encarnación, zona conocida también como las Setas de Sevilla. Allí, algunos de los asistentes se posicionaron en las grandes escalinatas, mientras el resto llenaba el espacio restante frente a ellas.
Tras unos minutos de espera, dadas las dimensiones de la marcha, tres representantes de las distintas formaciones y asociaciones participantes dieron un paso al frente para leer un manifiesto en nombre de todos los presentes. Reclamaron una “Sevilla para los trabajadores” y llamaron a que la sociedad civil se adueñara de lo que el Estado no proveía. El acto terminó con otra ronda simbólica de tintineo de llaves, intercalada con distintos cánticos y gritos como “Vergüenza me daría cobrar un sueldo por echar a la gente del pueblo”.
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